Conceptos Psicológicos Básicos
D. Fernando Azor Lafarga
La psicología forma parte cada vez más de nuestra vida cotidiana. Es frecuente recibir información en los medios de comunicación sobre psicosis, alucinaciones, delirios, neurosis, fobias, miedos, ataques de pánico, psicópatas, depresión, ansiedad, hiperactividad, déficit de atención, psicólogo, psiquiatra, neuropsicólogo, logopeda, anorexia, bulimia, trastorno de personalidad, estrés postraumático… En ocasiones estos términos tienen un significado bien definido para los profesionales que nos dedicamos a la salud mental, pero fuera de éste entorno no siempre es así. Creo que puede ser interesante en los próximos números matizar alguno de estos términos para poder colocarlos en su contexto, evitar malas interpretaciones, algunas confusiones, e incluso eliminar cierto halo mágico que rodea a esta ciencia.
Cuando hablamos de psicosis hacemos referencia a un término muy amplio. De forma esquemática podemos decir que alguien sufre un trastorno de tipo psicótico cuando tiene ideas delirantes o alucinaciones, sin conciencia de que sean debidas a ninguna patología o anormalidad. Ésta definición nos introduce otros dos términos bastante comunes en el lenguaje coloquial: la alucinación, es percibir con alguno de nuestros sentidos algo que no existe objetivamente para otros observadores: oír una voz de alguien que está hablando, ver cómo una estatua se está moviendo… Entendemos por idea delirante aquellas ideas que partiendo de un hecho cierto, la persona crea una interpretación de las causas o relaciones que tiene con otros hechos aparentemente aislados, haciendo que gran parte de su tiempo lo dedique a buscar nuevos datos. Normalmente todo tiene que ver con amenazas relativas a uno mismo. En función de la gravedad la persona duda en algún grado de la veracidad o no de los datos. Es importante matizar que una alucinación no es oír un ruido que otros no han oído, o ver algo de forma fugaz y que otros no han lo hayan percibido, en este caso podemos hablar de sensaciones, de interpretaciones, etc. Normalmente en estos casos se produce angustia en la persona que lo ha vivido por el miedo a que sea algo malo, un síntoma de una enfermedad, no en sí por lo ocurrido. En el caso de la idea delirante, no hay que confundirlas con las ideas de tipo obsesivo. Éstas son interpretaciones que se hacen de la realidad con el fin de encontrar una certeza total ante algo que preocupa mucho, como por ejemplo ¿me está siendo infiel mi pareja?, ¿me quedaré sin trabajo?, ¿estaré siendo un pesado? Estas ideas hacen que se busque continuamente pruebas, datos de hasta qué punto algo es cierto. El malestar crece cuanto más se desea alcanzar la certeza y no se consigue. La diferencia con las ideas delirantes a veces no es muy clara y es necesario profundizar en cada caso para hacer un diagnostico diferencial adecuado, y por ello ante la gravedad de los síntomas es recomendable acudir a la consulta del psicólogo para llegar a una conclusión clara.
Cuando hablamos de psicosis hacemos referencia a un término muy amplio. De forma esquemática podemos decir que alguien sufre un trastorno de tipo psicótico cuando tiene ideas delirantes o alucinaciones, sin conciencia de que sean debidas a ninguna patología o anormalidad. Ésta definición nos introduce otros dos términos bastante comunes en el lenguaje coloquial: la alucinación, es percibir con alguno de nuestros sentidos algo que no existe objetivamente para otros observadores: oír una voz de alguien que está hablando, ver cómo una estatua se está moviendo… Entendemos por idea delirante aquellas ideas que partiendo de un hecho cierto, la persona crea una interpretación de las causas o relaciones que tiene con otros hechos aparentemente aislados, haciendo que gran parte de su tiempo lo dedique a buscar nuevos datos. Normalmente todo tiene que ver con amenazas relativas a uno mismo. En función de la gravedad la persona duda en algún grado de la veracidad o no de los datos. Es importante matizar que una alucinación no es oír un ruido que otros no han oído, o ver algo de forma fugaz y que otros no han lo hayan percibido, en este caso podemos hablar de sensaciones, de interpretaciones, etc. Normalmente en estos casos se produce angustia en la persona que lo ha vivido por el miedo a que sea algo malo, un síntoma de una enfermedad, no en sí por lo ocurrido. En el caso de la idea delirante, no hay que confundirlas con las ideas de tipo obsesivo. Éstas son interpretaciones que se hacen de la realidad con el fin de encontrar una certeza total ante algo que preocupa mucho, como por ejemplo ¿me está siendo infiel mi pareja?, ¿me quedaré sin trabajo?, ¿estaré siendo un pesado? Estas ideas hacen que se busque continuamente pruebas, datos de hasta qué punto algo es cierto. El malestar crece cuanto más se desea alcanzar la certeza y no se consigue. La diferencia con las ideas delirantes a veces no es muy clara y es necesario profundizar en cada caso para hacer un diagnostico diferencial adecuado, y por ello ante la gravedad de los síntomas es recomendable acudir a la consulta del psicólogo para llegar a una conclusión clara.
Dentro de la etiqueta de psicosis se incluyen los diagnósticos de esquizofrenia y el de trastorno delirante.
Por último introduciré un nuevo término de uso común, la Neurosis. En contraposición al término psicosis, engloba trastornos del ánimo y de la ansiedad, siendo la persona consciente de tener un problema o malestar.
Comenzaré en esta ocasión por dos conceptos especialmente oídos en el día a día:ansiedad y depresión. La ansiedad es una de las respuestas que da nuestro organismo y nuestra mente ante diferentes situaciones cotidianas. Podríamos decir que la ansiedad es la respuesta lógica y necesaria para enfrentarnos a los acontecimientos diarios. Gracias a ella si tenemos que quitarle un balón al equipo contrario, por ejemplo, o tenemos que mantenernos despiertos conduciendo… lo conseguimos: la ansiedad tensa nuestros músculos, ayuda a que nuestras reacciones se coordinen y sea más probable que consigamos el balón o que no nos durmamos. El problema viene cuando la necesidad de estar resolviendo alertas y peligros es constante. No es necesario que sean grandes problemas los que generen malestar, basta con que sean muy frecuentes y que sintamos que es difícil poder con ellos. Por tanto la ansiedad se asocia con la mayoría de los siguientes síntomas: aceleración cardiaca, aumento de la tensión muscular, bloqueo de la digestión, aumento de la tensión de las paredes del intestino, aumento de la sudoración, disminución de la salivación, aumento de la frecuencia respiratoria, presión en el pecho, sensación de inestabilidad, sensación de irrealidad, miedo a perder el control e incluso a volverse loco. Digamos que en función de la intensidad de la ansiedad aumentan los síntomas. Hay que entender que los síntomas que acabo de enumerar aparecen no por casualidad, sino porque en teoría son buenos para conseguir lo que necesitemos. Es decir, si el corazón se acelera es para hacer que nuestra sangre fluya más rápidamente y aporte más alimento a nuestros músculos por si acaso… La frecuencia respiratoria aumenta y con ella la dilatación de los alvéolos para que haya más oxígeno para el cuerpo (haciendo que si no lo consumimos nos produzca sensación de mareo e incluso de irrealidad). Nuestro cuerpo nos prepara, pero no siempre nos damos cuenta para qué. Nos activamos igual ante una amenaza física como ante un examen, y eso no es siempre fácil de entender.
Dentro de la ansiedad podemos hablar de diferentes problemas asociados: fobias, trastorno de pánico, trastorno por estrés postraumático, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de ansiedad generalizada. Iremos hablando de ellos.
Por tanto la ansiedad puede asociarse a inquietud, nerviosismo, preocupación, sensación de tener que hacer más, con tener que mantenerse alerta. Cuando esta sensación se excede y empezamos a vernos incapaces de afrontarlo comienza a aparecer la impotencia y la tristeza y si se alarga en el tiempo, la depresión. Este síntoma puede aparecer también tras cambios bruscos, pérdidas de seres queridos, despidos laborales… sin necesidad de haber vivido antes ansiedad, configurando incluso un trastorno por sí solo. La depresión suele estar asociada a los siguientes síntomas: decaimiento, cansancio, poca motivación para emprender nuevos objetivos, sentimientos de inutilidad, de culpa y trastornos del sueño, entre otros.
Cuando tenemos un dolor de rodilla suele ser un indicador que nos señala la necesidad de parar o disminuir el esfuerzo que estamos haciendo. Si no le hacemos caso es posible que acabemos teniendo consecuencias peores. En el plano psicológico el dolor se trasforma en ansiedad o depresión, y de igual forma si no somos capaces de identificar y frenar sus causas su tendencia será a aumentar. No estamos muy acostumbrados a entender así las cosas y por eso muchas personas en vez de parar cuando están mal se presionan más para acabar con su síntoma, empeorando las cosas hasta que el malestar es tan grande que se desborda. Así pues, no es nada agradable estar mal, pero si entendemos qué nos indica veremos que es una forma necesaria de defensa de nuestra mente. Tomémoslo como un aviso para hacer cambios.
Existen dos profesiones dentro de la salud mental que suelen generar ciertas confusiones y que con cierta frecuencia requieren aclaración: la de psicólogo y la de psiquiatra. En primer lugar decir que el psiquiatra estudia durante su formación medicina y posteriormente se especializa en la rama de psiquiatría. El psicólogo estudia propiamente la carrera de psicología y posteriormente se especializa en clínica. Este último tiene como objetivo principal dentro de su práctica cotidiana evaluar y tratar problemas de tipo psicológico analizando el origen y las causas que lo mantienen en el tiempo. De esta manera, propone y entrena al paciente en técnicas y habilidades que ayuden a mejorar de manera duradera su malestar, o que ayuden a conseguir los objetivos personales propuestos en consulta. Por su parte el psiquiatra puede recibir formación específica en esta misma dirección pero normalmente su ámbito de especialización esta centrado en evaluar la fisiología y la química de los problemas psicológicos, encaminando principalmente su labor hacia el área médica y farmacológica del trastorno. Habitualmente la coordinación del trabajo entre ambos profesionales redunda en un apoyo global a la problemática de las personas, si bien no siempre son necesarias sendas colaboraciones. Dentro de las dos profesiones existen subespecialidades relacionadas con diferentes momentos de la vida y trastornos: niños, adolescentes, adultos y tercera edad. También sexología, intervención comunitaria…
Estas profesiones no son las únicas que están relacionadas con la salud mental. También hay que añadir la de asistente social y la de logopeda. El primero tiene como función esencial la de analizar y modificar circunstancias asociadas al ámbito social: prepara acciones encaminadas a resolver problemas familiares, de integración social, de apoyo y asesoramiento a la juventud, a disminuidos o a la mujer. Las acciones más habituales son cursos de capacitación, acciones recreativas, acciones formativas, de orientación profesional, centros de educación de adultos. El Logopeda por su parte evalúa y trata los trastornos de la voz, de la articulación y del habla, así como los trastornos asociados a la comprensión del lenguaje oral y escrito y a su expresión.
Por tanto viendo la cantidad de profesionales involucrados en la búsqueda del bienestar podemos hacernos una idea de la complejidad de este objetivo, al fin y al cabo las personas somos bastante diferentes unas de otras y por tanto es necesario hilar fino para abarcar bien todos los factores implicados en el bienestar psicológico. Así podemos decir que si uno ojea los manuales de diagnóstico clínico, son muchos los signos y síntomas que forman parte de los trastornos y su mera presencia no implica que la persona pueda ser incluida dentro de alguno de ellos. Por eso ser desconfiado no implica ser paranoico, tener miedo al avión no implica tener una fobia, o estar triste no significa estar deprimido.
Es fácil que los estudiantes de psiquiatría o de psicología mientras estudian los diferentes trastornos se sientan identificados con muchos de ellos generando cierta sensación de preocupación, al igual que les puede pasar a otras personas. Por eso en los próximos artículos seguiremos repasando las características básicas de algunos trastornos psicológicos.
Por tanto viendo la cantidad de profesionales involucrados en la búsqueda del bienestar podemos hacernos una idea de la complejidad de este objetivo, al fin y al cabo las personas somos bastante diferentes unas de otras y por tanto es necesario hilar fino para abarcar bien todos los factores implicados en el bienestar psicológico. Así podemos decir que si uno ojea los manuales de diagnóstico clínico, son muchos los signos y síntomas que forman parte de los trastornos y su mera presencia no implica que la persona pueda ser incluida dentro de alguno de ellos. Por eso ser desconfiado no implica ser paranoico, tener miedo al avión no implica tener una fobia, o estar triste no significa estar deprimido.
Es fácil que los estudiantes de psiquiatría o de psicología mientras estudian los diferentes trastornos se sientan identificados con muchos de ellos generando cierta sensación de preocupación, al igual que les puede pasar a otras personas. Por eso en los próximos artículos seguiremos repasando las características básicas de algunos trastornos psicológicos.
http://www.saludmental.info/Secciones/clinica/conceptobasicos1junio0606.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario