jueves, 3 de mayo de 2012

14 Pasos para mejorar tu autoestima





14 Pasos para mejorar tu autoestima

Las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos, aquellas cualidades, capacidades, modos de sentir o de pensar que nos atribuimos, conforman nuestra “imagen personal” o “autoimagen”.
La “autoestima” es la valoración que hacemos de nosotros mismos sobre la base de las sensaciones y experiencias que hemos ido incorporando a lo largo de la vida.
Los millares de impresiones, evaluaciones y experiencias que hemos reunido a través de todas nuestras vivencias, se juntan en un sentimiento hacia nosotros mismos. De nuestra autovaloración depende, en gran parte, la realización de nuestro potencial personal y nuestros logros en la vida.
De este modo, las personas que se sienten bien consigo mismas, que tienen una buena autoestima, son capaces de enfrentarse y resolver los retos y las responsabilidades que la vida plantea. Por el contrario, los que tienen una autoestima baja suelen autolimitarse y fracasar.
La baja autoestima está relacionada con una forma inadecuada de pensar. Las personas con baja autoestima tienen una visión poco realista de sí mismas, de lo que son realmente; al mismo tiempo, mantienen unas exigencias extraordinariamente perfeccionistas sobre lo que deberían ser o lograr.
La persona con baja autoestima mantiene un diálogo consigo misma que incluye pensamientos como:
·         Sobregeneralización: A partir de un hecho aislado se crea una regla universal, general, para cualquier situación y momento: He fracasado una vez (en algo concreto), por lo tanto, siempre fracasaré  (se interioriza que fracasaré en todo).
·         Designación global: Se utilizan términos peyorativos para describirse a uno mismo, en vez de describir el error concretando el momento temporal en que sucedió: ¡Que torpe soy!
·         Pensamiento polarizado: Pensamiento de todo o nada. Se llevan las cosas a sus extremos. Se tienen categorías absolutas. Es blanco o negro: Estás conmigo o contra mí. Lo hago bien o mal. No se aceptan ni se saben dar valoraciones relativas. O es perfecto o no vale.
·         Autoacusación: Uno se encuentra culpable de todo. Yo tengo la culpa, ¡Tendría que haberme dado cuenta!
·         Personalización: Suponemos que todo tiene que ver con nosotros y nos comparamos negativamente con todos los demás. ¡Tiene mala cara, qué le habré hecho!
·         Lectura del pensamiento: supones que no le interesas a los demás, que no les gustas, crees que piensan mal de ti... sin evidencia real de ello. Son suposiciones que se fundamentan en cosas peregrinas y no comprobables.
·         Falacias de control: Sientes que tienes una responsabilidad total con todo y con todos, o bien sientes que no tienes control sobre nada, que se es una víctima desamparada.
·         Razonamiento emocional: Si lo siento así es verdad. Nos sentimos solos, sin amigos y creemos que este sentimiento refleja la realidad sin parar a contrastarlo con otros momentos y experiencias. "Si es que soy un inútil de verdad"; porque "siente" que es así realmente

La autoestima puede ser cambiada y mejorada. Para ello podemos tomar algunas ideas, o pasos, de cómo mejorarla:

1.      No idealizar a los demás, especialmente a la pareja
2.      Evaluar las cualidades y defectos nuestras y de los demás
3.      Cambiar lo que no nos guste, aunque debemos aceptar que hay cosas que no podemos cambiar
4.      Controlar nuestros pensamientos, especialmente los negativos
5.      No buscar obsesivamente la aprobación de los demás
6.      Tomar las riendas de nuestra propia vida
7.      Afrontar los problemas sin demora, sin miedo y con valor
8.      Aprender de nuestros errores
9.      Practicar nuevos comportamientos
10.   No exigirnos demasiado, nunca más allá de lo que sabemos efectivamente que podemos hacer, pero tampoco menos
11.   Darnos permisos
12.   Aceptar nuestro propio cuerpo, tal como es: somos perfectos exactamente así como somos, no nos falta nada… ni nos sobra
13.   Cuidar nuestra salud
14.   Disfrutar nuestro presente

Otros pasos que podemos tener en cuenta:
1.   Convertir lo negativo en positivo
2.   No generalizar
3.   Centrarnos en lo positivo
4.   Hacernos conscientes de nuestros éxitos y nuestros fracasos
5.   No compararnos con nadie: todos somos diferentes, no existe nadie mejor o peor que otro, cada uno es como es…
6.   Confiar en nosotros mismos
7.   Aceptarnos a nosotros mismos
8.   Esforzarnos por mejorar

Elaboremos un proyecto de superación personal
Una parte importante de nuestra autoestima viene determinada por el balance entre nuestros éxitos y fracasos. En concreto, lograr lo que deseamos y ver satisfechas nuestras necesidades proporciona emociones positivas e incrementa la autoestima.
Una forma de mejorar nuestra autoestima es esforzarnos para cambiar las cosas que no nos gustan de nosotros mismos. Un método que puede hacer más fácil estos cambios, compuesto por cuatro pasos fundamentales, es desarrollar un proyecto de superación personal:
1.   Plantearnos una meta clara y concreta.
2.   Establecer las tareas que debemos realizar para lograrla.
3.   Organizar las tareas en el orden en que deberíamos realizarlas
4.   Ponerlas en marcha y evaluar los logros que vayamos consiguiendo

Referencias

Marcuello García, A. A.: Autoestima y Autosuperación: Técnicas para su mejora, en http://www.psicologia-online.com/autoayuda/autoestima/autosuperacion.shtml

http://freealfin.blogspot.com/2007/08/14-pasos-para-mejorar-tu-autoestima.html


martes, 13 de septiembre de 2011

Podemos cambiar nuestro mundo

He estado revisando algunos conceptos, no nuevos en sí mismos, pero si con nuevo auge. El psicólogo argentino Mariano Raúl de Urquiza en una nota del noticiero RCN, nos cuenta que en Latino América estamos más interesados en encontrar el amor, que en conseguir riqueza. Y esto es verdad, porque el "amor" dota de sentido nuestra existencia, mientras que la riqueza, aunque nos ayuda a satisfacer nuestras necesidades y aumenta nuestro poder adquisitivo, deja intacto el sinsentido de nuestra vida y nos aleja cada vez más de nosotros mismos. 

A este respecto es muy interesante e ilustrativo lo que el Padre Mateo Andrés, s.j. (R.I.P.) nos enseña sobre la "Intradistancia".

Nos dice el licenciado de Urquiza que hay cuatro cosas que podemos hacer para cambiar nuestro mundo: Aprender lo que es el desapego. Aprender lo que es el perdón. Aprender a agradecer lo que tenemos. Y, buscar lo que nosotros realmente queremos.

Desapegarnos de todo aquello que nos ata, que nos quita libertad, que nos impide ser nosotros mismos.

Perdonar, empezando por nosotros mismos. Somos nuestros principales enemigos, nuestros mayores críticos. Debemos perdonar a los demás (desde tiempos inmemorables lo repetimos en el "Padre Nuestro"), y perdonarnos a nosotros mismos, es una fuente inmensa de sanación.
Dar gracias por lo que tenemos, por lo que vivimos, por lo que nos toca. Dag Hammarskjöld, Secretario General de Naciones Unidas y Premio Nobel de la Paz, escribió en su diario: "Por lo que ha sido, gracias. A lo que vendrá, sí." Y la tradición mística cristiana nos enseña que este es el primer paso de toda contemplación. Así lo explicita San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, y muchos otros místicos.

Finalmente, buscar lo que realmente quiero. ¿Cómo puedo intentar llegar a una meta, cumplir un objetivo, ser feliz, si no sé qué quiero, si no hay claridad en mí sobre aquello que busco?
Completa el licenciado Urquiza diciendo que cada uno puede cambiar su mundo con un sincero y profundo deseo. Y nos remitimos de nuevo a Ignacio de Loyola, los deseos son los que nos impulsan a ser algo más (magis) de lo que somos. Para profundizar en ello, es sumamente útil la lectura de "El deseo esencial" del antropólogo español Javier Melloni, s.j., quien hace una antropología del deseo a partir de las grandes tradiciones místicas.

martes, 24 de noviembre de 2009

Conceptos Psicológicos Básicos



Conceptos Psicológicos Básicos
D. Fernando Azor Lafarga



La psicología forma parte cada vez más de nuestra vida cotidiana. Es frecuente recibir información en los medios de comunicación sobre psicosis, alucinaciones, delirios, neurosis, fobias, miedos, ataques de pánico, psicópatas, depresión, ansiedad, hiperactividad, déficit de atención, psicólogo, psiquiatra, neuropsicólogo, logopeda, anorexia, bulimia, trastorno de personalidad, estrés postraumático… En ocasiones estos términos tienen un significado bien definido para los profesionales que nos dedicamos a la salud mental, pero fuera de éste entorno no siempre es así. Creo que puede ser interesante en los próximos números matizar alguno de estos términos para poder colocarlos en su contexto, evitar malas interpretaciones, algunas confusiones, e incluso eliminar cierto halo mágico que rodea a esta ciencia.
Cuando hablamos de psicosis hacemos referencia a un término muy amplio. De forma esquemática podemos decir que alguien sufre un trastorno de tipo psicótico cuando tiene ideas delirantes o alucinaciones, sin conciencia de que sean debidas a ninguna patología o anormalidad. Ésta definición nos introduce otros dos términos bastante comunes en el lenguaje coloquial: la alucinación, es percibir con alguno de nuestros sentidos algo que no existe objetivamente para otros observadores: oír una voz de alguien que está hablando, ver cómo una estatua se está moviendo… Entendemos por idea delirante aquellas ideas que partiendo de un hecho cierto, la persona crea una interpretación de las causas o relaciones que tiene con otros hechos aparentemente aislados, haciendo que gran parte de su tiempo lo dedique a buscar nuevos datos. Normalmente todo tiene que ver con amenazas relativas a uno mismo.  En función de la gravedad la persona duda en algún grado de la veracidad o no de los datos. Es importante matizar que una alucinación no es oír un ruido que otros no han oído, o ver algo de forma fugaz y que otros no han lo hayan percibido, en este caso podemos hablar de sensaciones, de interpretaciones, etc. Normalmente en estos casos se produce angustia en la persona que lo ha vivido por el miedo a que sea algo malo, un síntoma de una enfermedad, no en sí por lo ocurrido. En el caso de la idea delirante, no hay que confundirlas con las ideas de tipo obsesivo. Éstas son interpretaciones que se hacen de la realidad con el fin de encontrar una certeza total ante algo que preocupa mucho, como por ejemplo ¿me está siendo infiel mi pareja?, ¿me quedaré sin trabajo?, ¿estaré siendo un pesado? Estas ideas hacen que se busque continuamente pruebas, datos de hasta qué punto algo es cierto. El malestar crece cuanto más se desea alcanzar la certeza y no se consigue. La diferencia con las ideas delirantes a veces no es muy clara y es necesario profundizar en cada caso para hacer un diagnostico diferencial adecuado, y por ello ante la gravedad de los síntomas es recomendable acudir a la consulta del psicólogo para llegar a una conclusión clara.

Dentro de la etiqueta de psicosis se incluyen los diagnósticos de esquizofrenia y el de trastorno delirante.
Por último introduciré un nuevo término de uso común, la Neurosis. En contraposición al término psicosis, engloba trastornos del ánimo y de la ansiedad, siendo la persona consciente de tener un problema o malestar.









Comenzaré en esta ocasión por dos conceptos especialmente oídos en el día a día:ansiedad y depresión. La ansiedad es una de las respuestas que da nuestro organismo y nuestra mente ante diferentes situaciones cotidianas. Podríamos decir que la ansiedad es la respuesta lógica y necesaria para enfrentarnos a los acontecimientos diarios. Gracias a ella si tenemos que quitarle un balón al equipo contrario, por ejemplo, o tenemos que mantenernos despiertos conduciendo… lo conseguimos: la ansiedad tensa nuestros músculos, ayuda a que nuestras reacciones se coordinen y sea más probable que consigamos el balón o que no nos durmamos. El problema viene cuando la necesidad de estar resolviendo alertas y peligros es constante. No es necesario que sean grandes problemas los que generen malestar, basta con que sean muy frecuentes y que sintamos que es difícil poder con ellos. Por tanto la ansiedad se asocia con la mayoría de los siguientes síntomas: aceleración cardiaca, aumento de la tensión muscular, bloqueo de la digestión, aumento de la tensión de las paredes del intestino, aumento de la sudoración, disminución de la salivación, aumento de la frecuencia respiratoria, presión en el pecho, sensación de inestabilidad, sensación de irrealidad, miedo a perder el control e incluso a volverse loco. Digamos que en función de la intensidad de la ansiedad aumentan los síntomas. Hay que entender que los síntomas que acabo de enumerar aparecen no por casualidad, sino porque en teoría son buenos para conseguir lo que necesitemos. Es decir, si el corazón se acelera es para hacer que nuestra sangre fluya más rápidamente y aporte más alimento a nuestros músculos por si  acaso… La frecuencia respiratoria aumenta y con ella la dilatación de los alvéolos para que haya más oxígeno para el cuerpo (haciendo que si no lo consumimos nos produzca sensación de mareo e incluso de irrealidad). Nuestro cuerpo nos prepara, pero no siempre nos damos cuenta para qué. Nos activamos igual ante una amenaza física como ante un examen, y eso no es siempre fácil de entender.
Dentro de la ansiedad podemos hablar de diferentes problemas asociados: fobias, trastorno de pánico, trastorno por estrés postraumático, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de ansiedad generalizada. Iremos hablando de ellos.
Por tanto la ansiedad puede asociarse a inquietud, nerviosismo, preocupación, sensación de tener que hacer más, con tener que mantenerse alerta. Cuando esta sensación se excede y empezamos a vernos incapaces de afrontarlo comienza a aparecer la impotencia y la tristeza y si se alarga en el tiempo, la depresión. Este síntoma puede aparecer también tras cambios bruscos, pérdidas de seres queridos, despidos laborales… sin necesidad de haber vivido antes ansiedad, configurando incluso un trastorno por sí solo. La depresión suele estar asociada a los siguientes síntomas: decaimiento, cansancio, poca motivación para emprender nuevos objetivos, sentimientos de inutilidad, de culpa y trastornos del sueño, entre otros.
Cuando tenemos un dolor de rodilla suele ser un indicador que nos señala la necesidad de parar o disminuir el esfuerzo que estamos haciendo. Si no le hacemos caso es posible que acabemos teniendo consecuencias peores. En el plano psicológico el dolor se trasforma en ansiedad o depresión, y de igual forma si no somos capaces de identificar y frenar sus causas su tendencia será a aumentar. No estamos muy acostumbrados a entender así las cosas y por eso muchas personas en vez de parar cuando están mal se presionan más para acabar con su síntoma, empeorando las cosas hasta que el malestar es tan grande que se desborda. Así pues, no es nada agradable estar mal, pero si entendemos qué nos indica veremos que es una forma necesaria de defensa de nuestra mente. Tomémoslo como un aviso para hacer cambios.








Existen dos profesiones dentro de la salud mental que suelen generar ciertas confusiones y que con cierta frecuencia requieren aclaración: la de psicólogo y  la de psiquiatra. En primer lugar decir que el psiquiatra estudia durante su formación medicina y posteriormente se especializa en la rama de psiquiatría. El psicólogo estudia propiamente la carrera de psicología y posteriormente se especializa en clínica. Este último tiene como objetivo principal dentro de su práctica cotidiana evaluar y tratar problemas de tipo psicológico analizando el origen y las causas que lo mantienen en el tiempo. De esta manera, propone y entrena al paciente en técnicas y habilidades que ayuden a mejorar de manera duradera su malestar, o que ayuden a conseguir los objetivos personales propuestos en consulta. Por su parte el psiquiatra puede recibir formación específica en esta misma dirección pero normalmente su ámbito de especialización esta centrado en evaluar la fisiología y la química de los problemas psicológicos, encaminando principalmente su labor hacia el área médica y farmacológica del trastorno. Habitualmente la coordinación del trabajo entre ambos profesionales redunda en un apoyo global a la problemática de las personas, si bien no siempre son necesarias sendas colaboraciones. Dentro de las dos profesiones existen subespecialidades relacionadas con diferentes momentos de la vida y trastornos: niños, adolescentes, adultos y tercera edad. También sexología, intervención comunitaria…
Estas profesiones no son las únicas que están relacionadas con la salud mental. También hay que añadir la de asistente social y la de logopeda. El primero tiene como función esencial la de analizar y modificar circunstancias asociadas al ámbito social: prepara acciones encaminadas a resolver problemas familiares, de integración social, de apoyo y asesoramiento a la juventud, a disminuidos o a la mujer. Las acciones más habituales son cursos de capacitación, acciones recreativas, acciones formativas, de orientación profesional, centros de educación de adultos. El Logopeda por su parte  evalúa y trata los trastornos de la voz, de la articulación y del habla, así como los trastornos asociados a la comprensión del lenguaje oral y escrito y a su expresión.
Por tanto viendo la cantidad de profesionales involucrados en la búsqueda del bienestar podemos hacernos una idea de la complejidad de este objetivo, al fin y al cabo las personas somos bastante diferentes unas de otras y por tanto es necesario hilar fino para abarcar bien todos los factores implicados en el bienestar psicológico. Así podemos decir que si uno ojea los manuales de diagnóstico clínico, son muchos los signos y síntomas que forman parte de los trastornos y su mera presencia no implica que la persona pueda ser incluida dentro de alguno de ellos. Por eso ser desconfiado no implica ser paranoico, tener miedo al avión no implica tener una fobia, o estar triste no significa estar deprimido.
Es fácil que los estudiantes de psiquiatría o de psicología mientras estudian los diferentes trastornos se sientan identificados con muchos de ellos generando cierta sensación de preocupación, al igual que les puede pasar a otras personas. Por eso en los próximos artículos seguiremos repasando las características básicas de algunos trastornos psicológicos.










http://www.saludmental.info/Secciones/clinica/conceptobasicos1junio0606.htm



Percepción sensorial experimentada con un completo convencimiento de realidad, pero ocurre sin estimulación externa del órgano sensorial implicado. 
Existen diferentes tipos de alucinaciones, visual, auditiva, olfativa… dependiendo del órgano sensorial.
Pueden aparecer alucinaciones transitorias en personas sin trastorno mental.
Deben diferenciarse la alucinaciones de las ilusiones, en estas últimas existe un estímulo externo real, pero la persona interpreta de forma errónea.


La alucinación, es percibir con alguno de nuestros sentidos algo que no existe objetivamente para otros observadores: oír una voz de alguien que está hablando, ver cómo una estatua se está moviendo… 


EL EXORCISMO



El exorcismo es una antigua y particular forma de oración que hace un ministro ordenado de la Iglesia, en nombre de Jesucristo y por el poder que Jesucristo ha otorgado a su Iglesia para liberar del poder de Satanás, demonio. Por lo tanto no es oración personal sino de la Iglesia.
El Catecismo #1673: "Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (Mc 1,25 ss), de El tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar".

Los exorcismos pueden ser simples o solemnes. 


El exorcismo simple se reza en el rito del bautismo.
El exorcismo solemne es un sacramental que sólo puede ser válidamente celebrado por un sacerdote con el permiso del Ordinario (obispo) del lugar. El obispo da permiso al sacerdote para cada caso o puede, con el permiso de la Santa Sede, formalmente otorgar a un sacerdote el oficio de exorcista. En ese caso el sacerdote está facultado para exorcizar y no necesita un permiso particular para cada caso.

Solo el exorcista con la debida licencia puede verificar la verdadera posesión diabólica. Es un proceso difícil en el que se deben descartar causas naturales.

Según el Padre Amorth, exorcista de Roma, el poder de expulsar demonios que Jesús confirió a todos los creyentes conserva toda validez. Es un poder general basado en la fe y en la oración, y puede ser ejercido por individuos o comunidades sin ninguna autorización. Sin embargo, en este caso, se trata de plegarias de liberación, y no se deben llamar exorcismos. Sólo al sacerdote autorizado, además de al obispo exorcizante, corresponde el nombre de exorcista.  "Habla un Exorcista", Planeta + Testimonio, pag. 43-44.
En algunas diócesis hay laicos que han sido preparados para el ministerio de liberación (no exorcismo) bajo la dirección de un sacerdote. La liberación es oración para liberar de la opresión del demonio pero sin utilizar el rito de exorcismo. Nadie debe ejercer este ministerio sin autorización de la Iglesia. 
Jesús vino a liberarnos del poder de Satanás y darnos la gracia de ser hijos de Dios.
Jesús le increpó y el demonio salió de él; y quedó sano el niño desde aquel momento. Mateo 17,18
Jesús impartió su poder liberador a sus discípulos para que ellos y sus sucesores continuaran la misión de liberación y exorcismo en su nombre. Por lo tanto el protagonista en el exorcismo es Dios a través de su ministro y no el demonio.
El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.  Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño»  Lucas 10,18-19
El exorcista ante todo busca llevar la persona atribulada a un encuentro con Jesús. Para ello es necesario apertura a los canales de gracia en la Iglesia: la confesión, la eucaristía, la meditación de la Palabra, la comunidad, la catequesis...  Es un camino de fe en al que se invita también a la familia Cf. Mc 9, 14-29.

Necesidad de diagnóstico y la prudencia 


El Padre Gramolazzo comenta:
Actualmente muchos viven una fe supersticiosa o de superstición y muchos tienden a no hacerse responsables, no saben afrontar el sufrimiento y atribuyen todo trastorno físico o espiritual a la acción del demonio. Pero frecuentemente el remedio es una verdadera y sincera confesión. Cuando en cambio se percibe aversión a lo sagrado, enfermedades desconocidas o incluso síntomas difíciles de identificar, es posible que sea necesario el exorcismo. La presencia demoníaca de cualquier forma hay que diagnosticarla en cada caso. En cambio debería haber más dedicación a la ascesis, a la oración, a la penitencia. La mentalidad popular ha exagerado los poderes de Satanás, que son los de un ángel común.

En la vida diaria para defenderse del mal basta con ser coherentes con el Evangelio, no tener miedo de testimoniar la propia fe y cuidar la propia relación con Dios. A veces es Dios mismo quien permite que algunos sean vejados u obsesionados; piénsese en algunos santos. Pero en estos casos nos hallamos ante planes divinos para nosotros impenetrables.

DOS CONOCIDOS EXORCISTAS


PADRE GABRIELE AMORTH



PADRE JOSÉ ANTONIO FORTEA



PRESENTACIÓN DEL NUEVO RITUAL DEL EXORCISTO

DECLARACIÓN DEL CARDENAL MEDINA ESTEVEZ

Para poder entender qué es el exorcismo, se debe partir de Jesús y de su misma praxis.

Jesucristo vino al mundo y a los hombres para anunciar e inaugurar el reino de Dios. Los hombres poseen una innata capacidad para recibir a Dios en su corazón (cf. Rm 5, 5). Sin embargo, esta capacidad para acoger a Dios es ofuscada por el pecado, y en algunas ocasiones el mal ocupa en el hombre el puesto que sólo le corresponde a Dios. Por ello, Jesucristo vino a liberar al hombre del mal y del pecado, y también de todas las formas de dominación del maligno, es decir, del diablo y de sus espíritus malignos, llamados demonios, que quieren pervertir el sentido de la vida del hombre. Por esta razón, Jesucristo expulsaba los demonios y liberaba a los hombres de la posesión de los espíritus malignos, para hallar cabida en el corazón del hombre y darle la posibilidad de conseguir la libertad ante Dios, que quiere darle su Espíritu Santo, para que se convierta en su templo vivo (cf. 1 Co 6, 19; 1 P 2, 5) y dirija sus pasos hacia el camino de la paz y de la salvación (cf. Rm 8, 1-17; 1 Co 12, 1-11; Ga 5, 16-26).

La Iglesia está llamada a seguir a Jesucristo y ha recibido, de Cristo mismo, el poder de continuar, en su nombre, su misión. De aquí que la acción de Cristo para liberar al hombre del mal se ejercita a través del servicio de la Iglesia y de sus ministros ordenados, delegados por el obispo para cumplir los ritos sagrados dirigidos a librar a los hombres de la posesión del maligno.

El exorcismo constituye una antigua y particular forma de oración que la Iglesia emplea contra el poder del diablo. He aquí cómo explica el Catecismo de la Iglesia católica en qué consiste el exorcismo y cómo se lleva a cabo: «Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra la influencia del maligno y substraído a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf. Mc 1, 25 ss); de él deriva a la Iglesia el poder y la tarea de exorcizar (cf. Mc 3, 15; 6, 7. 13; 16, 17). De una manera simple, el exorcismo se practica durante la celebración del bautismo. El exorcismo solemne, llamado «gran exorcismo», puede ser practicado sólo por un presbítero y con el permiso del obispo. En esta materia es necesario proceder con prudencia, observando rigurosamente las normas establecidas por la Iglesia. El exorcismo tiene como objeto expulsar a los demonios o liberar de la influencia demoníaca, mediante la autoridad que Jesús ha dado a su Iglesia. Muy diferente es el caso de enfermedades, sobre todo psíquicas, cuya curación pertenece al campo de la ciencia médica. Es importante, por lo tanto, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, que se trate de una presencia del maligno y no de una enfermedad (cf. Código de derecho canónico, c. 1172)» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 1673).

La sagrada Escritura nos enseña que los espíritus malignos, enemigos de Dios y del hombre, realizan su acción de modos diversos; entre éstos se señala la obsesión diabólica, llamada también posesión diabólica. Sin embargo, la obsesión diabólica no constituye la manera más frecuente como el espíritu de las tinieblas ejerce su influjo. La obsesión tiene características de espectacularidad; en ella el demonio se apropia, en cierto modo, de las fuerzas y de la actividad física de la persona que sufre la posesión. No obstante esto, el demonio no puede adueñarse de la libre voluntad del sujeto, lo que impide el compromiso de la libre voluntad del poseído, hasta el punto de hacerlo pecar. Sin embargo, la violencia física que el diablo ejerce sobre el obseso constituye un incentivo al pecado, que es lo que él quisiera obtener. El ritual del exorcismo señala diversos criterios e indicios que permiten llegar, con prudente certeza, a la convicción de que se está ante una posesión diabólica. Es solamente entonces cuando el exorcista autorizado puede realizar el solemne rito del exorcismo. Entre estos criterios indicados se encuentran: el hablar con muchas palabras de lenguas desconocidas o entenderlas; desvelar cosas escondidas o distantes; demostrar fuerzas superiores a la propia condición física, y todo ello juntamente con una aversión vehemente hacia Dios, la santísima Virgen, los santos, la cruz y las sagradas imágenes.

Se subraya que para llevar a cabo el exorcismo es necesaria la autorización del obispo diocesano. Autorización que puede ser concedida para un caso específico o de un modo general y permanente al sacerdote que ejerce en la diócesis el ministerio de exorcista.

El Ritual romano contenía, en un capítulo especial, las indicaciones y el texto litúrgico de los exorcismos. Este capítulo era el último, y había quedado sin ser revisado después del concilio Vaticano II. La redacción final del Rito de los exorcismos ha requerido muchos estudios, revisiones, renovaciones y modificaciones, consultas a las diversas Conferencias episcopales; todo ello analizado por parte de una Asamblea ordinaria de la Congregación para el culto divino. El trabajo ha costado diez años de esfuerzos, dando como resultado el texto actual, aprobado por el Sumo Pontífice, que hoy se hace público y se pone a disposición de los pastores y de los fieles de la Iglesia. Resta, no obstante, un trabajo que incumbe a las respectivas Conferencias episcopales: la traducción de este Ritual a las lenguas habladas en sus respectivos territorios. Estas traducciones deben ser exactas y fieles al original latino, y deben ser sometidas, según la norma canónica, a la recognitio de la Congregación para el culto divino.

En el Ritual que hoy presentamos se encuentra, sobre todo, el rito del exorcismo propiamente dicho, que debe realizarse sobre la persona obsesa. Siguen las oraciones que debe decir públicamente un sacerdote, con el permiso del obispo, cuando se juzga prudentemente que existe un influjo de Satanás sobre lugares, objetos o personas, sin llegar al nivel de una posesión propiamente dicha. Contiene, además, una serie de oraciones que pueden ser dichas privadamente por los fieles, cuando sospechan con fundamento que están sujetos a influjos diabólicos.

El exorcismo tiene como punto de partida la fe de la Iglesia, según la cual existen Satanás y los otros espíritus malignos, y que su actividad consiste en alejar a los hombres del camino de la salvación. La doctrina católica nos enseña que los demonios son ángeles caídos a causa del propio pecado; que son seres espirituales con gran inteligencia y poder: «El poder de Satanás, sin embargo, no es infinito. Éste no es sino una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del reino de Dios. Aunque Satanás actúe en el mundo por odio contra Dios y su reino en Cristo Jesús, y su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e, indirectamente, también de naturaleza física- a cada hombre y a la sociedad, esta acción es permitida por la divina Providencia, que guía la historia del hombre y del mundo con fuerza y suavidad. La permisión por parte de Dios de la actividad diabólica constituye un misterio grande, sin embargo ianosotros sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo amanlo (Rm 8, 28)» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 395).

Quisiera subrayar que el influjo nefasto del demonio y de sus secuaces es habitualmente ejercitado a través del engaño, la mentira y la confusión. Así como Jesús es la Verdad (cf. Jn 8, 44), el diablo es el mentiroso por excelencia. Desde siempre, desde el inicio, la mentira ha sido su estrategia preferida. No hay lugar a dudas de que el diablo tiene la capacidad de atrapar a muchas personas en las redes de las mentiras, pequeñas o grandes. Engaña a los hombres haciéndoles creer que no tienen necesidad de Dios y que son autosuficientes, sin necesitar ni la gracia ni la salvación. Logra engañar a los hombres amortiguando en ellos, e incluso haciendo desaparecer, el sentido del pecado, sustituyendo la ley de Dios como criterio de moralidad por las costumbres o consensos de la mayoría. Persuade a los niños para que crean que la mentira constituye una forma adecuada para resolver diversos problemas, y de esta manera se forma entre los hombres, poco a poco, una atmósfera de desconfianza y de sospecha. Detrás de las mentiras, que llevan el sello del gran mentiroso, se desarrollan las incertidumbres, las dudas, un mundo donde ya no existe ninguna seguridad ni verdad, y en el cual reina, en cambio, el relativismo y la convicción de que la libertad consiste en hacer lo que da la gana. De esta manera no se logra entender que la verdadera libertad consiste en la identificación con la voluntad de Dios, fuente del bien y de la única felicidad posible.

La presencia del diablo y de su acción explica la advertencia del Catecismo de la Iglesia católica: «La dramática condición del mundo que "yace" todo él "bajo el poder del maligno" (1 Jn 5, 19), hace que la vida del hombre sea una lucha: "Toda la historia humana se encuentra envuelta en una tremenda lucha contra el poder de las tinieblas; lucha que comenzó ya en el origen del mundo, y que durará, como dice el Señor, hasta el último día. Inserto en esta batalla, el hombre debe combatir sin descanso para poder mantenerse unido al bien; no puede conseguir su unidad interior si no es al precio de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios" (Gaudium et spes, 37, 2)» (n. 409).

La Iglesia está segura de la victoria final de Cristo y, por tanto, no se deja arrastrar por el miedo o por el pesimismo; al mismo tiempo, sin embargo, es consciente de la acción del maligno, que trata de desanimarnos y de sembrar la confusión. «Tengan confianza -dice el Señor-; yo he vencido al mundo» (Jn 8, 33). En este marco encuentran su justo lugar los exorcismos, expresión importante, pero no la única, de la lucha contra el maligno.

Jorge Arturo Cardenal Medina Estevez
Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
Protodiácono Emérito del Colegio de Cardenales


Jorge Arturo Cardenal Medina Estevez
Protodiácono Emérito


jueves, 27 de agosto de 2009

La Psicología Clínica

El término Mente abarca tanto el concepto de cerebro como el de actividad cerebral. Acentúa la dimensión consciente del comportamiento humano, para inscribir adecuadamente el innegable hecho de las bases biológicas la conciencia y sus condicionamientos sociales.
La psicología es el esfuerzo humano por comprender el complejo universo de la mente humana. Lejos de ser una simple profesión, es un oficio que se va adquiriendo con la práctica, y una vocación, o sea, una búsqueda de la plenitud en el Amor.
La psicología clínica es una colaboración con el "otro", en su proceso de maduración y autoesclarecimiento, de asumir su identidad, autenticidad y libertad, de convertirse en su propio centro de significación, para armonizar su desarrollo personal.
Por ello, la psicología clínica, evalúa, diagnostica y trata al individuo, con el objeto de lograr una mejor adaptación conductual, afectiva, intelectual y la satisfacción personal.